Uno de los sectores más importantes de la economía de Argentina es el sector primario. En él se desarrollan las actividades vinculadas a la modificación/transformación de los recursos naturales, entre las más importantes podemos mencionar a la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería.
El sector primario, además de utilizar recursos naturales para la obtención de materia prima, se encarga de producir alimentos para el consumo de las personas y los animales. Los trabajadores y trabajadoras de este sector, ayudados por las nuevas tecnologías, utilizan los recursos naturales y los transforman en materia prima que, generalmente, luego son utilizadas por las fábricas del sector secundario. Podemos decir que, los productos elaborados por el sector primario son indispensables para que el resto pueda desarrollar su trabajo en toda la cadena productiva.
Este sector utiliza más del 70% del agua dulce que se extrae de todo el planeta y la producción de los cultivos representa gran parte de este porcentaje. En esta cadena, la función del agua es fundamental porque garantiza la seguridad alimentaria de todas las personas y animales del planeta tierra. En sus proyecciones, el Banco Mundial, estima que la población incrementará, alcanzando para el 2.050 más de 10.000 millones de habitantes y consideran que la producción del sector agropecuaria también deberá aumentar a la par. Por ello, la calidad del agua es muy importante, porque no sólo impacta directamente en el suelo, sino que a través de él impacta en los cultivos que luego serán alimentos. Los sistemas de riego y drenaje deberán contar con los mantenimientos e inversiones adecuadas. La buena gestión garantizará el buen rendimiento del agua.
Además existen factores naturales que en las actividades del agro, influyen sobre la dinámica del agua, tales como la textura del suelo y la profundidad, que definen la capacidad de almacenar y el balance y estabilidad de los diferentes tamaños de poros, que a su vez definen la velocidad de los flujos de agua.
En suelos en los que predomina la cobertura pobre de residuos, una baja rotación de raíces y un bajo nivel de materia orgánica, la eficiencia con la que se usará el agua seguramente será baja. En un suelo con pobre cobertura sus poros superficiales se sellan fácilmente con las lluvias (formación de costras), por lo que el agua se escurrirá aunque el suelo tenga capacidad para almacenarla, al tiempo que aumentan las pérdidas por evaporación. Un bajo nivel de materia orgánica modifica negativamente la cantidad, el tamaño, la continuidad y la estabilidad de los poros del suelo, el pasaje de agua hacia las capas inferiores se vuelve más lento y aumentan los peligros de encharcamiento y escurrimiento.La pérdida por drenaje profundo se origina por un desbalance entre las lluvias y la demanda del cultivo. Puede estar ligado a una precipitación excesiva o una baja intensidad de la rotación, donde hay períodos de barbecho excesivamente largos.
Un manejo adecuado de la nutrición del cultivo permitirá mejorar el balance de carbono. Se necesita un manejo integrado, en el que se evite al máximo la labranza, se utilice una adecuada rotación de cultivos y una aplicación adecuada y balanceada de nutrientes.
La eficiencia en el consumo que este sector haga del agua, tendrá que conjugarse también con las innovaciones tecnológicas, tanto para la gestión del suelo y del agua, cómo en la calidad de las semillas. Según el Banco Mundial, existen alternativas como semillas mejoradas, siembra directa o con poca labranza, humectación y secado alternativo, intensificación sostenible del arroz y otras, pero es necesario ajustar las mejoras de los sistemas de abastecimiento de agua para proporcionar servicios a pedido usando tecnologías de la información, como sensores de la humedad del suelo y la estimación de la evapotranspiración a partir de datos satelitales, de manera de aumentar la eficiencia y la productividad del uso del agua en la agricultura.
El agua que aportan las lluvias puede ser almacenada en el suelo y quedar disponible para los cultivos, o puede perderse principalmente por escurrimiento superficial (sin llegar a penetrar en el suelo), por evaporación desde el suelo o por transpiración desde la planta o por drenaje profundo (cuando supera la capacidad de almacenamiento del suelo).
Fuentes:
Dr. Juan Galantini, investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos
Aires y desarrolla su actividad en el CERZOS y el departamento de Agronomía de la UNS. Banco Mundial