El cambio climático es un problema de toda la humanidad, que afecta tanto a los “países desarrollados” como a los llamados “en desarrollo”. Es por ello que es muy importante buscar soluciones coordinadas y apelar a la cooperación internacional para lograr una economía mundial con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos.
En este sentido el 12 de diciembre de 2015 en la ciudad de París, 195 países acordaron reducir de forma sustancial las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y limitar el aumento global de la temperatura en este siglo a 2 grados Celsius, al tiempo que buscarían medios de limitar la subida todavía más, a 1,5 grados. Allí se firmó lo que se conoce como “El Acuerdo de París”.
La aplicación del Acuerdo es fundamental para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) gestados en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en el año 2012, ya que este trato brinda un marco duradero por el que se regirán los esfuerzos mundiales a largo plazo, es decir de los próximos 30 años. La ciencia estableció que para estar en un rumbo hacia la “descarbonización” para el año 2050, había que iniciar un descenso en las emisiones anuales a partir del año 2020. Esto implica tener 30 años para poder “descarbonizar” la economía gradualmente, de manera eficiente y segura, sin incurrir en medidas dramáticas que sean difíciles de manejar.
Los cuatro puntos fundamentales del acuerdo son:
Lograr que el aumento de las temperaturas se mantenga “muy por debajo” de los 2 grados centígrados con respecto a la era preindustrial. Incluso va un poco más allá, al comprometer a los países a “realizar esfuerzos” para limitar este aumento a 1,5 grados como máximo.
Los gases de efecto invernadero (vapor de agua, dióxido de carbono (CO2), metano, óxido de nitrógeno y ozono) emitidos por la actividad humana deberán equipararse con los niveles que los árboles, el suelo y los océanos puedan absorber naturalmente.
Todos los países firmantes deben revisar la reducción de las emisiones cada cinco años.
Los países ricos accedieron a apoyar a las naciones en desarrollo con recursos económicos para sobrellevar los efectos actuales y futuros del calentamiento global.
El Acuerdo de París entró en vigor de manera oficial el 4 de noviembre de 2016, y actualmente fue ratificado por 189 países. En junio de 2017 el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que su país se retiraba de dicho acuerdo dando un cimbronazo a la agenda ambiental del mundo. Pero en contra de lo esperado, los países no salieron detrás de esta decisión, sino que decidieron reafirmar su compromiso. Esto se debió al carácter voluntario del Acuerdo, ya que ningún país puede obligar a otro a establecer metas de reducción de los gases que causan el calentamiento de la atmósfera.
Esa decisión de Trump trajo como consecuencia positiva la reactivación de la militancia ambiental, no sólo en E.E.U.U., sino en el mundo entero. Pero al retirarse, también dejó de aportar económicamente a los objetivos del Acuerdo.
El anuncio de la medida no se materializó hasta noviembre de 2020 debido a que el Acuerdo establecía que los países que lo hubieran ratificado, solamente podía solicitar su salida tres años después de la entrada en vigor, y que una vez peticionada formalmente la salida, debía pasar otro año más para efectivizarse.
Para alegría de la comunidad internacional, el 20 de enero de este año, el nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden ha tomado la decisión ejecutiva de suscribir nuevamente al Acuerdo de París. Es esperable que la nueva agenda climática norteamericana se traduzca en profundas reformas y medidas concretas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y liderar la lucha contra el cambio climático, del cual es gran responsable, porque si bien Estados Unidos alberga poco más del 4% de la población mundial, es responsable de casi un tercio de todo el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera.
Durante su campaña electoral, Biden presentó un nuevo plan de inversiones a 10 años con el objetivo de que Estados Unidos se convierta en un país con cero emisiones netas de carbono para el año 2050, y ofreció organizar una cumbre extraordinaria sobre el clima dentro de sus primeros 100 días en el poder.
El restablecimiento de normas o acciones de protección medioambientales tomadas en los primeros días de la nueva administración estadounidense, parecerían indicar que se retomará el camino iniciado con el Acuerdo de París en 2015.